jueves, 5 de octubre de 2017

¿Y QUÉ SI SE ROMPE ESPAÑA?

Título polémico allá donde se viere o leyere el que precede a esta entrada del blog. Momentos convulsos se están viviendo en esta parte de la vieja Europa. España, ese país conocido en su mayor parte por el sol, la paella, el flamenco y la siesta fuera de sus fronteras, es en realidad una denominación en la que una parte de la población no encuentra sitio. Conociendo un poco nuestra historia solo en tiempos del Imperio Romano llamándonos "Hispania" y posteriormente desde el s. XVI cuando se consiguió la ¿aparente? unión territorial de sus reinos, pudimos volver a encontrarnos con el nombre con el que hoy nos conocen en todo el mundo.

Reino de España, denominación oficial, ya que somos una monarquía constitucional no deseada por mucha gente; país compuesto por 17 comunidades autónomas y 2 ciudades autónomas en el norte de África (reclamadas insistentemente por Marruecos) y con unas diferencias económicas, sociales, lingüísticas y culturales que han generado sentimientos muy fuertes de nacionalismo en varias regiones, principalmente Euskadi, Galicia y la conocida por mucha gente del mundo en estos días, Cataluña.

He viajado por varios países de Europa y no he encontrado ningún país que se parezca al nuestro en cuanto a esa diversidad. Poco tienen que ver culturalmente un andaluz con un vasco o un valenciano con un gallego. Muchas veces esas diferencias han dado lugar a chistes, películas (¿quién no recuerda "Ocho apellidos vascos", que fue récord de taquilla hace unos tres años?), canciones e incluso insultos y desprecios entre los habitantes de una u otra región. Los tópicos han calado hondo en la población y un catalán será considerado en el resto de España de tacaño, un andaluz de vago y juerguista, un vasco de bruto y exagerado o un gallego de desconfiado, como veis adjetivos todos muy enriquecedores.

Si uno conoce un poco nuestra historia nunca ha habido una unión real entre las diferentes sensibilidades regionales o nacionales. Quizás a principios del s. XIX, cuando fuimos invadidos por el ejército francés de Napoleón, hubo un atisbo de sentimiento nacional español, pero ni con esas. No fue hasta el s. XX cuando a raíz de la dictadura y posterior democracia se quisieron crear ese sentimiento de nación unida, en el primer caso por la fuerza y en el segundo por la existencia de una Constitución que pretendió crear ese sentimiento colectivo. Éxitos a nivel internacional, sobre todo en el deporte y especialmente en el fútbol, parecía que contribuían a hacer crecer ese sentimiento. Pero todo era un espejismo porque la realidad es otra y lo estamos comprobando en los últimos meses con la postura de Cataluña.

Sería largo y tedioso narrar aquí todo el proceso por el que se ha llegado a la situación actual. Es probable que cuando alguien lea esto Cataluña haya declarado una independencia unilateral para constituirse en un nuevo estado de carácter republicano. Lo cierto es que todo se ha desencadenado a partir del pasado domingo 1 de octubre con la celebración de un referéndum convocado por el Govern de la Generalitat de Cataluña al margen de las normas comunes a todo el Estado.

He intentado informarme, ser totalmente imparcial, pero es imposible. Recibes información de los medios de prensa españoles (que cada vez se nota más su manipulación salvo contadas excepciones) y de las redes sociales, donde ves acontecimientos reales de lo que pasó y opiniones de personas que viven allí y que expresan su opinión desde una posición independentista o unionista. Pero imparciales, ninguna.

En mi caso, me puedo considerar una persona que he leído, he estudiado Historia (también es verdad que la Historia te la cuentan siempre como le interese al narrador), vivo en una de esas comunidades autónomas con una lengua y cultura bien diferenciadas de las demás y sobre todo, me considero una persona que intenta ver las cosas desde la perspectiva del otro, sin juzgar sus opiniones mientras no te las quiera imponer. Y con la cuestión catalana ves que hasta ahora todo te ha llegado sesgado y ha sido visto solo desde un prisma, sin tener en cuenta a la otra parte. No quiero decir con esto que me declare defensor de una más que posible independencia de Cataluña, pero sí que entiendo la postura que se está tomando en aquel territorio por una vez más mayoría de ciudadanos.

Cataluña siempre quiso vivir al margen de España. El sentimiento nacionalista ha ido creciendo siempre, más desde el retorno de la democracia a nuestro país. En los últimos años las autoridades catalanes han solicitado en múltiples ocasiones un referéndum de autodeterminación al que el Estado Español ha hecho oídos sordos, siguiendo lo legislado en la Constitución. Pero tampoco ha habido voluntad de diálogo. En el resto de España se ha creado un sentimiento de cierta "catalanofobia" por considerar que Cataluña fue siempre beneficiada desde el gobierno central en infraestructuras, industrias, servicios, etc. El hecho de ser un pueblo profundamente orgulloso de su lengua, expresándose en cualquier contexto en ella, ha hecho también crear la falsa idea de que "solo" se expresan en catalán y no lo hacen en español cuando alguien no les entiende. Sinceramente, las veces que he estado en Cataluña jamás me pasó eso. 

Pero en comunidades sin lengua propia y con un arraigo cultural bastante uniforme, nunca entendieron esa riqueza y diversidad de Cataluña en concreto, como de los otros territorios con lengua y culturas propias y diferenciadas. Por ejemplo, una persona de Valladolid no puede entender que la rotulación de carreteras esté escrita en catalán, gallego o euskera y no en español. Y debe ser así porque, aparte de la deturpación que supuso la castellanización de topónimos durante la dictadura con aberraciones como "Arteijo, Carballiño" o el mítico "Sangenjo" (que no significan nada), por citar solo algunos en gallego, su uso por los habitantes siempre fue en la lengua autóctona y cambiados drásticamente en la dictadura sin atender al más mínimo criterio cultural. Es exactamente el mismo caso de ciudades como la soviética Leningrado que durante el régimen comunista tuvo ese nombre eliminando el hoy ya recuperado San Petersburgo. Igual que con la lengua ocurrió con las tradiciones, costumbres, festividades y, por supuesto, leyes propias y modo de vida, que durante la democracia y con la organización territorial de España tuvieron una recuperación que, a día de hoy en el caso de Cataluña, quieren darle un paso más.

El pasado domingo los ciudadanos catalanes querían VOTAR, nada más. Querían ejercer pacíficamente un derecho democrático que, por legislación estatal, era imposible. Ante el desafío que podría suponer ese referéndum, las fuerzas de seguridad del Estado Español fueron desplazadas en masa para impedirlo. El día en cuestión hemos visto unas imágenes atroces protagonizadas por unos policías y guardias civiles armados golpeando a ciudadanos que solo querían depositar una papeleta en una urna. 




Sé que este argumento no será admitido por todos, que alegarán que el referéndum era ilegal y que había que defender "la unidad" del país. Pero es que la cuestión real es esa. ¿Existía realmente esa unidad? Salvo en determinados eventos especialmente deportivos, hay personas que no sienten esa "españolidad" de la que, por otra parte, muchos alardean como lo más deseable. Los recientes acontecimientos de corrupción política en varias regiones del país han acrecentado esa separación de muchos ciudadanos de la clase política, especialmente en Cataluña, donde también la corrupción ha dejado su huella.

Si bien es cierto que España como país pertenece a organismo internacionales o a estructuras supranacionales como la Unión Europea, que no contemplan la separación de un territorio de esa unión, parece que ese escenario no amedrenta a la población catalana, decidida a seguir adelante incentivada por el Govern de la comunidad autónoma, que ha apostado fuerte y sin ningún tipo de límite a romper definitivamente con el Estado Español. Así pues, la situación actual es que, tres días después de un referéndum que no tuvo ninguna garantía de limpieza (hemos visto urnas en la calle y la gente echando papeletas en ella sin control, o personas que han podido votar dos y más veces porque no había un censo oficial, ni organismo que avalara que el referéndum siguiese los procedimientos habituales de transparencia y limpieza), la cuestión se ha convertido en dar a conocer al mundo el problema del nacionalismo catalán y la cercana posibilidad de que España empiece a dejar de existir como hasta ahora hemos conocido.

Tenía y tengo mis dudas sobre la viabilidad de la independencia no solo de Cataluña sino de cualquier región de España. Pero después de lo visto el domingo y ante la intransigencia y brutalidad del gobierno español de entrada me posiciono con la gente que quería VOTAR. Es posible que con una votación legal no se diese el escenario de una independencia, pero en situaciones como la que hemos visto el corazón puede más que la razón y cada día que pasa es mayor el número de personas que desearían separarse de España y constituirse en un nuevo estado en Europa y el Mundo. 

Probablemente este post no guste a mucha gente. Y puede que consideren que no soy imparcial y que me decanto por la opción independentista. Nada más lejos de la realidad. Soy partidario de que un pueblo tenga el DERECHO A DECIDIR cómo quiere ser su futuro, si en unión con otros o en solitario. Y probablemente España sea un escenario en el que en las próximas décadas nos encontremos con movimientos de autodeterminación más intensos. Todo dependerá de la habilidad de los políticos de saber hilvanar y conjugar diferentes sensibilidades y de querer construir en vez de destruir. No es fácil porque además los ejemplos más recientes en otros lugares han sido dramáticos (mis queridos Balcanes), aunque también ha habido ejemplos positivos como en Escocia.

En los próximos días Cataluña optará, más que seguro, por caminar sola. Las incógnitas están abiertas para todos ante este nuevo escenario. ¿Cambiará nuestro día a día a corto o largo plazo? ¿Podrá organizarse y salir adelante a nivel económico, nos afectará al resto de las comunidades que aún conformamos España? ¿Habrá otras que seguirán su camino? ¿Euskadi, Galicia, Canarias...? Pero sobre todo, ¿es todo esto sostenible? Ojalá el futuro sea halagüeño a corto plazo para los ciudadanos catalanes y a largo plazo para el resto o los de otras comunidades que quieran independizarse. En todo caso, lo que toca de verdad es sentarse a repensar los cimientos de nuestra ya no tan nueva democracia, toca más que nunca pensar en una reforma de la Constitución y adaptarla al s. XXI. Será el legado que disfruten nuestros hijos y nuestros nietos en una España unida o tal vez rota, seránlos ciudadanos los que lo decidan libremente.



1 comentario:

  1. Buenas:

    Te debo varias visitas (a ti y al resto de blogueros dicharacheros).

    Allá vamos: esta noche he publicado sobre el asunto: mi pensamiento general siempre es que una cultura, comprendida como una forma de riqueza, es un tesoro, pero mal utilizada, puede ser un arma divisoria que crea distensiones.

    Este rollo va de provocaciones: de gente sin sentido provocando a señores que no entienden que la sociedad (en su conjunto, no sólo la conformada por un territorio) está hasta las narices.

    Es muy triste todo lo que está pasando: se me cae la cara de vergüenza por las cargas policiales, mientras los señores que se saltan la ley a la torera siguen campando a sus anchas.

    Esto ya no hay nadie que nos lo quite: un Estado cuya autoridad ha sido desafiada sin ningún tipo de consecuencia es un estado débil e inerte.

    Quizás nos toca volvemos a replantear todo el asunto: algo no va bien cuando el sentimiento de partes de la población es tan negativo contra la pertenencia a otro territorio, por más o menos lógicas o legítimas sean sus posiciones.

    Algo estamos haciendo mal... Y esto, aquí no hay paliativos, es un hecho.

    Me quedan otros dos posts tuyos: devorando a toda leche los posts pendientes de la parroquia :-))

    Un saludo,

    Paquito.

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